lunes, 17 de agosto de 2015

El hombre más rico de Asia te enseña como invertir tu salario en solo 5 pasos



Li Ka-Shing, el hom­bre más rico de Asia con una for­tuna cer­cana a los 32 mil mil­lones de dólares, tiene inver­siones en bienes raíces, com­er­cio, puer­tos y energía; luego de una vida llena de éxito y expe­ri­en­cia, te explica cómo inver­tir tu salario para lograr com­prar tu carro y tu casa en un plazo máx­imo de 5 años.

Haz de cuenta que tienes un salario men­sual de 320 dólares (el monto es indifer­ente), el cual es tu sus­tento y uti­lizas para vivir a tu man­era. Ahora bien, a par­tir de este instante, cada pago que recibirás será redis­tribuido e inver­tido en cinco fon­dos que se dis­crim­i­nan a continuación:

Fondo · 1: 90 dólares [30%]
Fondo · 2: 65 dólares [20%]
Fondo · 3: 50 dólares [15%]
Fondo · 4: 35 dólares [10%]1
Fondo · 5: 80 dólares [25%]
Fondo · 1: 90 dólares para gas­tos de manutención
Este primer fondo debe ser uti­lizado para sub­si­s­tir. La real­i­dad es que será una forma bas­tante sen­cilla de vivir donde solo puedes gas­tar menos de 5 dólares cada día. Por ejemplo:

Un desayuno diario com­puesto por cereal, un huevo y un vaso de leche.
Para almorzar puedes tener algo sen­cillo, acom­páñalo de un snack y una fruta.
Final­mente para la comida, ve a tu cocina y prepara tus pro­pios ali­men­tos, los cuales pueden ser algunos vegetales, pro­teína y harinas.
Men­su­al­mente tu ali­mentación debe costar entre 80 y 95 dólares; no te pre­ocu­pes, siendo joven, tu cuerpo no ten­drá ningún prob­lema con este tipo de ali­mentación por algún tiempo.


Fondo · 2: 65 dólares para hacer amigos
Este fondo será uti­lizado bási­ca­mente para hacer ami­gos y ampliar tu cír­culo de amis­tades y cono­ci­dos. Sep­ara entre 20 y 25 dólares para pagar tu plan móvil, el resto del dinero debes inver­tirlo para invi­tar a dos ami­gos a almorzar cada mes.


¿A quién debes invi­tar a almorzar? Siem­pre recuerda invi­tar a per­sonas que sean más inteligentes que tú, que sean más ricos que tú o que te hayan ayu­dado en tu car­rera. Asegúrate de hacer esto cada mes, con seguri­dad que luego de un año tu cir­culo de ami­gos habrá gen­er­ado un inmenso valor para ti. Tu rep­utación, influ­en­cia y valor agre­gado serán clara­mente recono­ci­dos, además, estarás proyectando una ima­gen de generosidad.

Fondo · 3: 50 dólares para aprender
Men­su­al­mente debes inver­tir entre 10 y 20 dólares en libros. Sí, libros. Sé con­sciente que no tienes mucho dinero y que debes inver­tir en tu apren­dizaje. Cuando com­pres un libro, léelo con aten­ción y aprende todas las estrate­gias que están siendo com­par­tidas con­tigo a través de estas páginas.

Cada libro que pase por tus manos agré­galo a tu lenguaje para nar­rar alguna his­to­ria, no olvides que com­par­tir con otros tus expe­ri­en­cias y conocimien­tos puede mejo­rar tu cred­i­bil­i­dad y afinidad. El resto de dinero inviértelo en algún curso de entre­namiento, capac­itación, mejo­ramiento, de lo que sea…a medida que vayas ganando más dinero o ten­gas lo sufi­cien­te­mente ahor­rado, par­tic­ipa en cur­sos mucho más avan­za­dos. Cada vez que par­tic­i­pas en cur­sos de alto rendimiento, no solo estás adquiriendo nuevos conocimien­tos sino que estás rela­cionán­dote con per­sonas que com­parten tus ideas y que no serían tan fáciles de acceder de algún otro modo.

Fondo · 4: 35 dólares para via­jar al extranjero
Prémi­ate con un viaje al extran­jero una vez al año, esto te per­mi­tirá seguir cre­ciendo en tu expe­ri­en­cia de vida, y por favor, qué­date en hostales y ahorra dinero. En pocos años habrás recor­rido una gran can­ti­dad de países y adquirido nuevos conocimien­tos y sabiduría, la cual podrás uti­lizar para man­ten­erte enfo­cado y sen­tir pasión por tu trabajo.

Fondo · 5: 80 dólares para invertir
Invierte. Ahorra 80 dólares en tu cuenta ban­caria y haz­los cre­cer como si fuera el cap­i­tal para tu primer idea de nego­cio. Invierte tu dinero en nego­cios pequeños es una buena opción ya que estos son los más seguros; visita por ejem­plo tien­das may­oris­tas y mira qué puedes vender, si pierdes dinero no habrán per­di­das con­sid­er­ables. Sin embargo, si logras generar util­i­dades esto aumen­tará tu con­fi­anza y coraje para seguir empren­di­endo con la experien­cia nece­saria para ges­tionar tu pro­pio nego­cio.

Si puedes ahor­rar y ganar más, podrás inver­tir en activos y planes de largo plazo que te brindarán una seguri­dad para ti y para tus alle­ga­dos. Así que, inde­pen­di­en­te­mente de lo suceda con tu tra­bajo, siem­pre ten­drás unos fon­dos suficientes para ase­gu­rar que tu cal­i­dad de vida no se vea afectada.

Ahora, si luego de luchar durante un año sigues ganando los mis­mos 320 dólares men­su­ales esto sig­nifica que no has cre­cido para nada como per­sona, como pro­fe­sional y mucho menos como emprende­dor, algo que debería avergonzarte.

Si tu salario incre­mentó a 480 dólares [50%] deberás seguir tra­ba­jando duro, esto implica con­seguir un tra­bajo de medio tiempo, preferi­ble­mente rela­cionado con las ven­tas. Vender es todo un reto, pero es la forma más fácil y ráp­ida de adquirir la sabiduría y expe­ri­en­cia de venderte a ti mismo, habil­i­dad indis­pens­able para tu vida, y más si decides emprender.

Todos los emprende­dores deben ser vende­dores. Estos deben tener la habil­i­dad de vender sus sueños, ideas y visiones.Con seguri­dad encon­trarás per­sonas en tu vida que vale la pena tener a tu lado, a ellos debes vender tu visión del mundo.3

Trata de com­prar ropa y zap­atos que sean baratos; ya ten­drás dinero y tiempo para com­prar abso­lu­ta­mente todos cuando seas rico. Ahorra dinero y cóm­prale un regalo a las per­sonas que amas, cuén­tales tus metas financieras y los planes que tienes; háblales de tus sueños, de tu con­vic­ción y sacrificios.

Todos nece­si­ta­mos ayuda, inclu­i­dos las per­sonas de nego­cios, así que ofrécete y ayuda con alguna opor­tu­nidad que se pre­sente, esto no solo te hará mejor per­sona sino que incre­men­tará tus habil­i­dades y conocimientos.

Para el sigu­iente año tu salario debe estar en 800 dólares y como mín­imo en 480 dólares, si no lo está no podrás com­pe­tir ni siquiera con la inflación.

En Con­clusión.
Sin impor­tar cuánto dinero ganes siem­pre divide tu salario en cinco fon­dos, siempre haz de ti alguien útil, invierte en tu conocimiento y haz nuevos con­tac­tos. Cuando incre­men­tas tu inver­sión social y expandes tu red de cono­ci­dos y ami­gos, tus ingre­sos cre­cerán pro­por­cional­mente. Aumenta tu inver­sión en apren­dizaje y for­t­alece tu con­fi­anza; invierte más via­jando y cono­ciendo, expande tu hor­i­zonte y por supuesto invierte muchísimo más en tu futuro; al final, todo esto, incre­men­tará sostenida­mente tus ingresos.

Si logras man­tener este bal­ance en tu vida todo empezará a cre­cer orgáni­ca­mente; tus ami­gos, tus con­tac­tos, tu conocimiento, tus ingre­sos, tu riqueza, todo.

Ten­drás ami­gos en abun­dan­cia, así que desar­rolla rela­ciones más valiosas y mejores conex­iones al mismo tiempo. Podrás acceder a mejores cur­sos, even­tos más grandes y even­tual­mente estar preparado para asumir nuevos proyectos y opor­tu­nidades más desafi­antes. De repente, todos esos sueños como tener un carro y una casa, se irán haciendo realidad.

Recuerda.
Cuando estés pobre, sé amable con los demás y no busques ben­efi­cios siendo un cal­culista. Cuando seas rico debes dejar que otros sean buenos con­tigo; deberás apren­der a ser mejor con­tigo mismo. Cuando estés mal económicamente debes mostrarte y dejar que otros te util­i­cen; cuando seas rico debes apren­der a con­ser­varte y no dejarte utilizar…así fun­ciona la vida, entién­dela y aplí­cala a tu futuro.

Cuando estés pobre invierte tu dinero mostrán­dote a los demás. Cuando llegue la riqueza no te muestres, sé dis­creto y gasta tu dinero silen­ciosa­mente. En momen­tos de pobreza intenta ser gen­eroso, y en momen­tos de abun­dan­cia no dejes que te vean como un banco.

No hay nada de malo en ser joven y no debe asus­tarte el hecho de poder ser pobre. Lo que sí debes saber es cómo inver­tir en ti y cómo incre­men­tar tu conocimiento y sta­tus. Debes saber qué es impor­tante en tu vida y definir en qué vale la pena inver­tir. Iden­ti­ficar que debes evadir y en qué gas­tar tu dinero. No comas tanto en la calle, y si lo haces, trata que sea un almuerzo o una comida pagando inmedi­ata­mente, sin tar­je­tas. Y cuando vayas a invi­tar a comer a otras per­sonas, asegúrate que ten­gan sueños más grandes que los tuyos y que por encima de todo, tra­ba­jen más que tú: Todo esto que acabas de leer resume lo que es la esen­cia de la disciplina.

Una vez que el medio para vivir no sea un prob­lema en tu vida, uti­liza el resto del dinero para seguir tus sueños y pasiones…asegúrate de vivir una vida que valga la pena recordar.





Asegúrate de vivir tu sueño y tu historia.

viernes, 14 de agosto de 2015

Las trampas del deseo

Por José Gordon



Hay una diferencia fundamental entre lo que uno desea y lo que uno piensa que desea. El problema es que esto es difícil de apreciar en nuestras propias vidas. Se requiere desarrollar cierto silencio interno para atestiguar las capas sutiles que están detrás de nuestras acciones. El mundo de la literatura, el cine y el teatro permite este ejercicio. En estos escenarios podemos ver con claridad la tragedia del protagonista que no se da cuenta de lo que realmente desea. Los caricaturistas, como Paco Calderón en las páginas de REFORMA, son expertos en detectar este tipo de brechas sobre todo en los políticos que ponen cara de justicieros y creen, incluso, que desean el bien común cuando realmente los mueve la ambición.

Esta brecha es la que justamente explora, desde otra perspectiva, el investigador Dan Ariely, profesor de sicología del consumo en el MIT, profesor invitado en el Boston Federal Reserve Bank y miembro del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. Ariely publica sus textos en revistas como Scientific American y Science y es autor del libro Las trampas del deseo (Ariel), que apareció en inglés con el título Predictably Irrational (Previsiblemente Irracional). Los estudios de Ariely forman parte de una disciplina que se conoce como economía conductual. Se basa en experimentos sicológicos que investigan la brecha trágica entre la forma en que percibimos que actuamos y nuestro comportamiento real.

Así, trata de entender las decisiones que toma la gente -que aparentan ser pensadas y racionales- y responden más bien a temblores emocionales. Estas decisiones dan pena cuando alguien apunta la trampa en que ha caído el razonamiento. Ariely examina, por ejemplo, por qué los pacientes tienen mayor alivio al curarse con un medicamento caro en contraposición con uno idéntico pero barato; por qué la gente honesta puede robar unos lápices en una oficina o comida comunal, pero es incapaz de sustraer dinero; por qué las dietas que nos prometemos se olvidan cuando pasa el carrito del postre; por qué las personas más cautas toman malas decisiones cuando están calientes (en todos los sentidos); por qué el peso de la propaganda de la que nos sentimos inmunes ("Sólo afecta a los tontos y yo no lo soy") no permite discernir, nubla el juicio y estimula el prejuicio.

Los experimentos de Ariely utilizan en muchos casos las herramientas más sofisticadas de la neurociencia. Lo interesante es que toda esta línea de investigación surgió a partir de una experiencia de Ariely que lo puso de frente a las trampas del deseo.

A los 18 años tuvo un accidente que le dejó el 70 porciento del cuerpo con quemaduras de tercer grado. Tres años vivió en el hospital lleno de vendas. Ese aislamiento lo hacía sentir como si fuera un ser de otro planeta. Tenía un silencio interno que le permitía atestiguar el comportamiento de familiares y amigos y ver los resortes que los movían. Al observar las curaciones que le hacían las enfermeras le intrigaba por qué al quitarle las vendas -un proceso muy doloroso que lo dejaba con la piel viva- preferían hacerlo de un tirón rápido, en vez de hacerlo lentamente. ¿Qué sería más doloroso?

Años más tarde, cuando se recuperó y realizó sus estudios universitarios, hizo una investigación que probó que el proceso más lento hubiera sido menos doloroso. ¿Por qué las enfermeras con experiencia y compasión por el paciente habían elegido el más rápido? Cuando fue al hospital a informar a las enfermeras de sus hallazgos, ellas quedaron sorprendidas. Entonces descubrió que detrás del razonamiento de ellas había algo que no tenía que ver ni con el paciente ni con su sabiduría de cómo tratarlo. Una le dijo que les resultaba angustiante y doloroso ver lo que sentía el paciente. Acabar rápido era una forma de mitigar su propio dolor. Así se dieron cuenta que pensaban que deseaban el menor dolor en el paciente, cuando en realidad deseaban acabar con la tortura de ver la pena en otra persona.

jueves, 13 de agosto de 2015

Cuando me amé de verdad. Charles Chaplin.



Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no es sino una señal de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es…”AUTENTICIDAD”

Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente y comencé a ver todo lo que acontece y que contribuye a mi crecimiento. Hoy eso se llama…”MADUREZ”

Cuando me amé de verdad, comencé a percibir como es ofensivo tratar de forzar alguna situación, o persona, solo para realizar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o la persona no está preparada, inclusive yo mismo. Hoy sé que el nombre de eso es…”RESPETO”

Cuando me ame de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable…, personas, situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. De inicio mi razón llamó esa actitud egoísmo. Hoy se llama…”AMOR PROPIO”

Cuando me amé de verdad, dejé de temer al tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé que eso es…”SIMPLICIDAD”

Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y con eso, erré menos veces. Hoy descubrí que eso es la…”HUMILDAD”

Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama…”PLENITUD”

Cuando me amé de verdad, percibí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, ella tiene una gran y valiosa aliada. Todo eso es…”SABER VIVIR!”

uando me amé de verdad comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto, en la hora correcta y en el momento exacto y entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene un nombre…”AUTOESTIMA”

jueves, 14 de mayo de 2015

El maestro inicial

Juan Villoro



La semana pasada murió Miguel Donoso Pareja, escritor ecuatoriano que vivió exiliado en México y entendía la literatura con la desbordada generosidad de quien concede a los textos ajenos más importancia que a los propios.

Lo conocí en 1972, en el piso 10 de la Torre de Rectoría de la UNAM. Los miércoles se vaciaban las oficinas de Difusión Cultural y quedaba encendida una lámpara, como en un cuadro de Hopper, sobre la mesa del Taller de Cuento. A lo lejos, sumido en sombras, el estadio de Ciudad Universitaria parecía un escarabajo boca arriba.

Yo tenía entonces quince años y había escrito un cuento. Donoso no se sorprendió de recibir a un menor de edad; preguntó por mis autores favoritos, sonrió cuando mencioné a Julio Verne y asintió cuando agregué a Rulfo y Cortázar. Me trató con la seriedad que se le concede a un colega y quiso saber cuántos relatos había escrito. Para hacerme el prolífico contesté: "dos".

Pidió que los llevara el miércoles siguiente. Esa semana escribí a toda prisa un cuento sobre mineros que sufrían espantosamente y a los que deseaba salvar en mis páginas. Hombre político, que había padecido cárcel por sus ideas, Donoso detestaba la literatura panfletaria. El cuento de los mineros le pareció horrendo y el otro aceptable: "Se nota que es posterior", dijo, con la bonhomía de quien le atribuye a alguien de 15 años una etapa previa. Fue la única vez que se equivocó. Para quedar bien, "reconocí" que el cuento de los mineros era "más viejo". Entré a un taller de ficción con una mentira, pero aprendí que ahí sólo se decía la verdad.

Donoso nos convenció de que la crítica era una forma de la creatividad y que nada ayudaba más a un autor que descubrirle defectos. Carlos Chimal, Jaime Avilés y otros compañeros de generación se beneficiaron de su rigor. Ahí conocí a Luis Felipe Rodríguez, uno de los mayores astrónomos de México, que entonces escribía espléndidos cuentos de ciencia ficción. A propósito de Rodríguez, Donoso analizó a Bradbury y Lovecraft. En otra ocasión, un texto de atmósferas sensuales del arquitecto Luis Porter lo llevó a hacer una exposición de El cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell. Buscaba una estética propiciatoria para cada alumno.

En Los detectives salvajes, Roberto Bolaño retrató el taller de poesía de Juan Bañuelos, que sesionaba los martes. La novela coral del taller de Donoso Pareja tendría que ser una saga tan movediza como la de Bolaño. Con ánimo de caballería andante, comenzó a impartir talleres en San Luis Potosí, Aguascalientes y Zacatecas, el triángulo de López Velarde. Crítico del centralismo, me invitó a conocer la provincia. Lo acompañé a talleres donde conocí a una cofradía de autores que nunca se ha roto.

Cuando reseñé su novela Día tras día, me permití hacerle algunos reparos. Algunos amigos juzgaron pretencioso que me atreviera a criticarlo, pero era lo que había aprendido en su taller. Él agradeció la nota, "sobre todo por las críticas".

En nuestras travesías en camión por el mundo de López Velarde, me hablaba de su vida de marino mercante, sus días en la cárcel, sus pasiones deportivas. Nunca le vi un gesto de vanidad. Disfrutaba como suyos los hallazgos ajenos.

Una relación de ese tipo se puede volver adictiva. A los 19 años concursé para ingresar al taller de Augusto Monterroso, que recibía tres alumnos al año, y fui admitido. Entonces Miguel decidió echarme de su taller, no por celos hacia el nuevo maestro ("un gran cuentista y un hombre sabio", me dijo), sino para acabar con mi dependencia. Seguir ahí era como usar muletas cuando ya había sanado la fractura.

Bajé los diez pisos de la Rectoría por las escaleras, para demorar el desastre de entrar en una vida sin el taller de los miércoles. La última lección del maestro fue la más dura y la más significativa: tendría que criticarme a mí mismo.

Años después, cuando ya había vuelto a Guayaquil, sus alumnos le hicimos un homenaje en San Luis Potosí. Escuchó nuestras ponencias y dijo con calma: "Ya saben que me gusta corregir". Acto seguido, sometió los elogios a un insólito taller.

En noviembre de 2014 fui a Quito para participar en otro homenaje a Miguel. Pensaba verlo, pero el médico le impidió hacer el viaje de Guayaquil a la capital. Lo saludé por teléfono, recordándole lo mucho que le debía. Él hizo las bromas de quien evade el sentimentalismo. La llamada fue casi festiva; ambos sabíamos que no volveríamos a hablar, pero optamos por lo que nos unió desde que yo tenía 15 años: la ficción.

Mi mente no colgará esa llamada.

miércoles, 13 de mayo de 2015

¿Suerte, destino, casualidad?

Gaby Vargas


Hay llamadas del alma que salvan la vida.

Corrían los inicios de los años 1960, cuando Antonio se citó con su amigo Juan José en el bar del restaurante de moda en la Zona Rosa, llamado La Ronda, para tomar juntos una copa después de trabajar. Mientras charlaban, Antonio sintió algo e interrumpió a su amigo:

- "Permíteme tantito, tengo que hacer una llamada", le dijo, y se dirigió a un teléfono público que funcionaba con una moneda de 20 centavos y se localizaba a unos cuantos metros del lugar.

Mientras marcaba el número, escuchó una explosión que salía de la cocina del restaurante y vio que invadía la zona de la barra. Antonio se quedó perplejo al percatarse de que el fuego alcanzaba el lugar en donde él se encontraba segundos antes.

Era una explosión de gas, en la que su amigo Juan José murió trágicamente junto con otros parroquianos.

Todos conocemos alguna historia como la anterior, en la que la intuición, el presentimiento o algo inexplicable nos lleva a saber cosas que no se sabe por qué se saben.

- "Supe que algo no estaba bien con mi hijo de dos años que jugaba con sus primos; fui a verlo y en ese momento se estaba ahogando con una canica que pude sacarle de inmediato", me cuenta Verónica. ¿Suerte, destino, casualidad?

A esta clase de "coincidencias" se les llama intuición, a la que diccionario define como: "Facultad de conocer, o conocimiento obtenido, sin recurrir al razonamiento; percepción clara, íntima, instantánea de una idea o verdad, como si se tuviera a la vista y sin que medie razonamiento".

Einstein decía que "la intuición es lo único que realmente vale". Quizás a lo que Einstein se refería es a que ese sexto sentido está anclado en lo más profundo del ser humano, aunque en la mayoría de nosotros se encuentre dormido.

Tiene que ver con el saber del alma, con un saber que nos revela que hay algo más grande y misterioso que impulsa nuestra vida.

La ciencia concuerda en que el universo es un cúmulo de energía que se interconecta; desde la más densa y sólida como las piedras, hasta la más sutil, como el latido de nuestro corazón o las vibraciones que emanamos y percibimos de otros.

Todo pulsa con vibraciones, y en el estado natural y sano de las cosas hay un flujo de sincronía universal.

Es por esto que físicamente influimos unos en otros como constantes estaciones de radio que emiten información. Esto nos convierte en torres transmisoras y transductoras de energía, queramos o no.

Ésta es la razón por la que las mariposas monarcas migran cada año por la misma ruta sin conocer por anticipado su destino; la razón por la que los peces nadan hacia arriba y contracorriente, y por la que los osos hibernan. Todo en la naturaleza se desarrolla para su propio bien.

La revelación intuitiva es un regalo natural en el ser humano; ése es nuestro privilegio y puede darse en cualquier momento. Se manifiesta mediante palabras, imágenes, sentimientos o sensaciones viscerales.

Sólo que para que el ser humano pueda comprenderla con mayor claridad requiere de un trabajo personal, de confianza, que le permita reconocerla y escucharla.

Una vez que aprendes a confiar en las señales que tu cuerpo te envía, comenzarás a apreciar la información que recibes, no sólo acerca de lo que sucede a tu alrededor sino en tu cuerpo.

Escúchalo, por ejemplo, si cuando vas a cierto lugar sientes un dolorcito en el estómago, o si te agotas cuando estás con determinada persona, tal vez se trate de llamadas que pueden salvar tu vida.

martes, 12 de mayo de 2015

Un bel morir

Jorge Volpi

Morir no es tarea sencilla, como sabían los antiguos. Y en nuestra época continúa sin serlo: pese a los avances médicos y tecnológicos, y en ocasiones a causa de ellos, pocas veces se alcanza esa "dulce muerte" -en el sueño- o esa muerte súbita que la mayor parte de los vivos anhelamos. Por el contrario, un alto porcentaje de la población de las naciones avanzadas, y uno significativo en países como México, termina sus días en hospitales o clínicas tras largas semanas o meses de agonía, o en "casas de retiro" para ancianos, sometidos no sólo a los peores dolores sino a la indignidad de una vida inútil o a cargo de los otros.

Como escribe Atul Gawande en Being Mortal: Medicine and What Matters in the End (2015): "Para la mayor parte de la gente, la muerte sobreviene sólo después de una larga lucha médica contra una condición a fin de cuentas insalvable -cáncer avanzado, demencia, enfermedad de Parkinson, una falla progresiva de los órganos (por lo general el corazón, seguido en frecuencia por los pulmones, los riñones y el hígado)-, o bien la debilidad acumulada por la vejez. En estos casos, la muerte es segura, pero el tiempo no lo es. De modo que cada uno lucha contra esta incertidumbre, con el cómo, y cuándo, aceptar que la batalla está perdida".

La muerte de mi padre hace casi ocho meses, tras años de dolor y paulatina pérdida del sentido de la vida, no ha hecho sino afianzarme en una convicción muy antigua: entre los derechos humanos consignados en las legislaciones globales y locales tendría que incluirse por fuerza el derecho a la propia muerte. A decidir cómo y cuándo morir, si el azar no indica otra cosa. El derecho al suicidio, sí, pero en especial el derecho a la muerte asistida, a la eutanasia.

Por desgracia, en pleno siglo XXI seguimos a la sombra de una oscura moralidad judeocristiana según la cual la vida es sagrada y hay que conservarla, como un regalo de Dios, hasta las últimas consecuencias, es decir, hasta que Éste decida, en un postrer acto de gracia, arrancarnos de nuestros sufrimientos.

Durante largo tiempo la Iglesia consideró el suicidio como el peor de los pecados, al grado de negar la sepultura a quien se atreviera a cometerlo, y la muerte asistida y la eutanasia continúan teniendo algunos de sus mayores detractores entre los religiosos.

La eutanasia activa -es decir, la muerte provocada por el médico en casos extremos- sólo es legal en Bélgica, Holanda, Luxemburgo y, en algunos casos, en Colombia; la eutanasia pasiva -que sólo elimina los tratamientos para prolongar artificialmente la vida- se ha extendido a más lugares y, en nuestro país, ya se admite en el Distrito Federal, Aguascalientes y Michoacán; por último, la muerte asistida o suicidio médicamente asistido (PAS, por sus siglas en inglé
s) se encuentra regulado en Suiza, Alemania, Albania, Japón y en Oregon, Montana, Washington, Nuevo México y Vermont en Estados Unidos.

No encuentro una sola razón por la cual impedir que los adultos puedan determinar las condiciones en que sus vidas se les tornan invivibles: ¿qué caso tiene prolongar la agonía de un ser querido, o negarle la sustancia que podría acortar su sufrimiento o, cuando éste ya no es capaz de decidirlo por sí mismo, determinar que un médico haga lo necesario para acabar con su días?

Particularmente iluminadora me resultó la reseña de Marcia Angell al libro de Gawande publicada en The New York Review of Books. En ella, ésta cuenta que su marido, Arnold Relman, médico como ella, siempre estuvo a favor de la muerte asistida. Pero cuando enfermó de un severo melanoma que disminuyó enormemente sus facultades mentales, se vio imposibilitado para solicitarla, por lo que debió morir en medio de grandes dolores. Tras esta experiencia, la doctora Angell se confiesa ahora no sólo como una decidida abogada de la muerte asistida, sino de la eutanasia, convencida de que esa hubiese sido lo decisión de su marido.

En muchos sentidos continuamos bajo los parámetros morales de la Edad Media. Pero la vida no es un don divino, sino lo único y más valioso que tenemos. Un mínimo reconocimiento a nuestra razón, a nuestra capacidad de conferirle sentido a nuestros días (y a dejar de hallárselo), así como a nuestra dignidad humana, tendría que pasar porque se reconozca legalmente nuestro derecho a buscar ese bel morir decidido por nosotros o, en caso extremo, a que un médico compasivo nos arranque del dolor.

lunes, 9 de febrero de 2015

11 frases inspiradoras de mujeres que hicieron historia


1. “Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento”, Eleanor Roosevelt


2. “La vida es corta… sonríele a quien llora, ignora a quien te critica y sé feliz con quien te importa”, Marilyn Monroe


3. “Si obedeces todas las reglas, te perderás de toda la diversión”, Katharine Hepburn


4. “Cualquier mujer que entienda los problemas de llevar una casa está muy cerca de entender los de llevar un país”, Margaret Tatcher


5. “Pies, para qué los quiero si tengo alas para volar”, Frida Khalo


6. “La paz comienza con una sonrisa”, Madre Teresa de Calcuta


7. “Ser intelectual crea muchas preguntas y ninguna respuesta. Puedes llenar tu vida con ideas pero aun así irte solo a casa. Todo lo que realmente necesitas son sentimientos”, Janis Joplin


8. “Uno no puede pensar bien, amar bien, dormir bien, si no ha comido bien”, Virginia Woolf


9. “¡De cuántas preocupaciones nos desprendemos cuando decidimos dejar de ser algo para ser alguien”, Coco Chanel


10. “Usted no puede esperar construir un mundo mejor sin mejorar a las personas. Cada uno de nosotros debe trabajar para su propia mejora”, Marie Curie


11.“Cuando una puerta de la felicidad se cierra, otra se abre. Pero solemos quedarnos mirando a la puerta cerrada por tanto tiempo, que no vemos la otra que se ha abierto para nosotros”, Hellen Keller



lunes, 26 de enero de 2015

Guía simple de vida

Jorge A. Meléndez Ruiz 

 
En igualdad de circunstancias, una solución simple siempre será mejor que una complicada. Claro, a veces la realidad impone complejidad en situaciones... y en soluciones.

Dwight (Ike) Eisenhower fue un excepcional líder norteamericano. Un general de 5 estrellas que fue el máximo jefe de las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial.

Pero también fue presidente de EU entre 1953 y 1961. Durante su mandato se establecieron las bases para crear la red interestatal de carreteras del vecino país, inició operaciones la agencia DARPA, que tuvo un rol fundamental en la creación del internet, y se fundó la NASA.

Bueno, hasta fue presidente de la Universidad de Columbia. De acuerdo con el autor James Clear, "Ike tuvo una habilidad increíble para ser productivo de forma sostenida".

Y una de sus herramientas de trabajo favoritas fue la "Caja de Eisenhower". Ésta funciona para cualquier actividad utilizando dos criterios: su IMPORTANCIA y su URGENCIA. Y luego pregunta: ¿es la actividad urgente? y ¿es importante? 4 cuadrantes, 4 estrategias:

1. Importante Y urgente: ¡hágala YA!

2. Importante Y NO urgente: decida cuándo la va a hacer.

3. Urgente Y NO importante: delegue (¿quién la hará por usted?)

4. NO urgente y NO importante: elimínela.

Una herramienta que le puede simplificar la vida y que tiene el poderoso atractivo de la simplicidad. Ah, y universalmente aplicable (véala en el gráfico adjunto).

¡Buenísima! Llevémosla a otros ámbitos. Aquí le van varias "cajitas de Eisenhower".


POLÍTICA: para todos los grillos mexicanos que les gusta hablar, proponer y hasta intentar ejecutar cualquier cosa. Dos preguntas: ¿Saben del tema? y ¿pueden hacer algo al respecto?

a. SÍ sabe y SÍ puede hacer: para de hablar, ¡hazlo ya!

b. SÍ sabe y NO puede hacer: ofrece tu ayuda al que puede.

c. NO sabe y SÍ puede hacer: infórmate (escucha, aprende).

d. NO sabe y NO puede hacer: ¡cállate!


PROBLEMAS: estamos inundados de ellos, ¿qué hacer? Dos preguntas: ¿qué tanto le afecta a usted o a su organización? y ¿qué tan graves son las consecuencias de no resolverlo?

1. SÍ afecta y SÍ es grave: ¡resuélvalo, a jalar!

2. SÍ afecta y NO es grave: programe su solución.

3. NO afecta y SÍ es grave: esté atento a sus efectos, no vaya a ser que cambie cómo le afecta.

4. NO afecta y NO es grave: olvídelo, no se angustie.


FINANZAS: ¡Tanto en qué gastar, tan poco dinero! Dos preguntas: ¿es un gasto grande? y ¿qué tanto le beneficia?

a. SÍ es grande y SÍ beneficia: evalúelo.

b. Sí es grande y NO beneficia: olvídelo.

c. NO es grande y SÍ beneficia: hágalo.

d. NO es grande y NO beneficia: ¿cómo andan sus ahorros?


TRABAJO: ¿Qué hacer si no está satisfecho en su chamba? Dos preguntas: ¿qué tanto le pagan? y ¿qué tanta movilidad tiene?

1. Mucho y mucha: piénselo.

2. Mucho y poca: ¡aguántese!

3. Poco y mucha: cámbiese.

4. Poco y poca: prepárese, estudie, cambie sus perspectivas.

Cerremos con algo más divertido. Y aclaro, es un chiste. Bueno, a veces entre broma y broma...


REGAÑOS EN CASA: ¿de qué tamaño será? Dos preguntas: ¿qué tanto la regó? y ¿está dispuesto a gastarle?

a. Mucho y SÍ está dispuesto: quizá lo perdonen.

b. Mucho y NO está dispuesto: prepare curitas y mertiolato.

c. Poco y SÍ está dispuesto: lo van a adorar siempre.

d. Poco y NO está dispuesto: ¡codo y aburrido!

Espero le sirvan estas simples cajitas. ¿Se le ocurre alguna otra? Mándemela y con gusto la compartiré por Twitter.



EN POCAS PALABRAS...

"Liderazgo es el arte de lograr que otro haga algo por ti porque él quiere hacerlo".

Ike Eisenhower 


lunes, 12 de enero de 2015

Renunciar


Abandonar cuesta, aunque nos cueste más no abandonarlo. El dicho de "mejor malo por conocido que bueno por conocer" es inverosímil: ¿cómo preferir lo malo a la posibilidad de algo mejor?

Horacio Marchand 

 
Debería existir una práctica para renunciar o eliminar cosas, actividades, intenciones, hábitos y relaciones; un ritual para sacudirnos de todo aquello que en el fondo no queremos, que no es de utilidad o peor: que nos resulta tóxico.

El problema frecuentemente no es la falta de ideas nuevas, sino cómo eliminar y desincorporar las ideas viejas, esas que gobiernan de manera silenciosa y dictatorial nuestros hábitos, fondos y formas, sin dejarnos crecer.

Lo mediocre ocupa el espacio de lo muy bueno, y si el espacio no se abre, no es posible que se asiente algo mejor. Renunciar libera recursos y no me refiero sólo al dinero: hay talento, intención estratégica, ancho de banda organizacional y, finalmente, horas de trabajo.

Abandonar cuesta, aunque nos cueste más no abandonarlo. El dicho de "mejor malo por conocido que bueno por conocer" es inverosímil: ¿cómo preferir lo malo a la posibilidad de algo mejor?

Es que es la propensión a proteger las inversiones emocionales realizadas la que nos tiene tomados. Es como un negocio al que ya se le ha invertido mucho y no ha dado o como seguir apostando en Las Vegas "porque he perdido mucho, para recuperarme".

Romper con el pasado puede ser equiparable a un entierro. Es difícil enterrar a alguien, a una idea, a un resentimiento, a una empresa, a una tecnología, a una relación y no se diga a una vieja versión de uno mismo. Hay que soltar y dejar ir o bruscamente cesar con responsabilidad, para capitalizar la fabulosa energía de lo nuevo.

El principio general de una estrategia es que implica renuncias. Sin renuncias no puede nacer una estrategia que, por su naturaleza, necesariamente demanda un enfoque claro. Cuando todo es importante, nada acaba siendo importante.

Es natural que los empresarios y directivos lo quieran todo. Pero perseguir muchos objetivos disminuye energía y potencia. A la hora de los emprendimientos y las innovaciones, ser "normal" es ser nada. Sin jerarquización no es posible obtener resultados de alto impacto.

Una organización que persigue muchos objetivos, que cambia de prioridades constantemente y que está atrapada en lo urgente, ya no puede ver lo importante. Lo importante está asociado a las oportunidades y detectarlas requiere de "sensores" que no estén dañados ni bombardeados por múltiples afanes.

Detectar una oportunidad, clarificar un diagnóstico y articular una dirección coherente son acciones que no pueden nacer en la hiperestimulación y en el bombardeo de urgencias. Vivir ocupado y acelerado es una forma de anestesia existencial que afecta a la sensibilidad para leer el entorno y disparar acciones de adaptación.

Un líder tiene en esencia dos responsabilidades: clarificar las prioridades y cerciorarse de que el talento y la infraestructura estén asignadas a ellas. Cuando hay claridad en la renuncia, implícitamente hay claridad en el objetivo.

Una forma de verlo es: la estrategia es el "qué", la clarificación del rumbo; la táctica es el "cómo", la consecución de actividades que ejecutan el ángulo competitivo; la cultura es el "quién" y el corazón que le da vida a la estrategia.

Por otro lado, el posicionamiento en el mercado requiere de una nitidez de concepto y de una claridad absoluta de lo que una marca promete y sobre todo ejecuta y entrega.

Para renacer, reinventar y revolucionar, hay que atreverse a morir en lo que ya no es, para dar espacio a lo que puede .

miércoles, 7 de enero de 2015

Plegaria

Armando Fuentes Aguirre


Un pedazo de tierra para posar mi planta, y ahí una huella sabia que conduzca la mía.

Un rincón en el cielo donde anidar mis ansias, con una estrella, para saber que Tú me miras.


Sobre mi frente un techo; bajo el techo una llama; un pan que nunca falte, y una esposa sencilla.

La esposa como el pan: alegre, buena, cálida; el pan como la esposa, de suavidad benigna.


Un amigo y un libro. Salud, pero no tanta como para olvidar que he de morir un día.

Un hijo, que me enseñe que soy Tu semejanza.


Sosiego en el espíritu... Gratitud en el alma...

Eso pido, Señor, y al final de la vida dártelo todo, a cambio de un poco de esperanza.

lunes, 5 de enero de 2015

Feliz hombre nuevo!

         
Armando Fuentes Aguirre


Los habitantes de Roma tienen una costumbre de año nuevo. El primer día de enero arrojan a la calle un objeto viejo, inútil y gastado: la plancha que ya no sirve; el televisor descompuesto; la escoba que con el uso se acabó...

Esa costumbre encierra un simbolismo. Se trata de comenzar el año sin todo lo que nos estorba, sin el lastre de lo que ya pasó.

Eso mismo quisiera yo hacer: ponerme frente a mi ventana y echar a la calle el peso inútil de los malos sentimientos. De ese modo podría empezar una nueva etapa sin esas turbiedades interiores que nos impiden estrenar vida al mismo tiempo que estrenamos año.

Me gustaría arrojar a la calle esos trastos inútiles, y que un viento renovador se los llevara. Si hiciera eso quizás el nuevo año me daría un abrazo al encontrarme y me diría con una gran sonrisa:

-¡Feliz hombre nuevo!