martes, 29 de julio de 2014

Reflexión corta



Le Preguntaron a Mahatma Gandhi cuáles son los factores que destruyen al ser humano.

Él respondió así:

-La Política sin principios, el Placer sin compromiso, la Riqueza sin trabajo, la Sabiduría sin carácter, los Negocios sin moral, la Ciencia sin humanidad y la Oración sin caridad.

La vida me ha enseñado que la gente es amable, si yo soy amable; que las personas están tristes, si estoy triste; que todos me quieren, si yo los quiero; que todos son malos, si yo los odio; que hay caras sonrientes, si les sonrío; que hay caras amargas, si estoy amargado; que el mundo está feliz, si yo soy feliz; que la gente es enojona, si yo soy enojón; que las personas son agradecidas, si yo soy agradecido.

La vida es como un espejo: Si sonrío, el espejo me devuelve la sonrisa. La actitud que tome frente a la vida, es la misma que la vida tomará ante mí.
 
"El que quiera ser amado, que ame".

viernes, 25 de julio de 2014

Letra pequeña


Juan Villoro


A principios de los años setenta ocurrió una revolución en espacios bastante reducidos: las mesas de ping-pong. Nobuyuki Kamata, entrenador japonés, llegó al Centro Deportivo Olímpico Mexicano a renovar el top-spin. Formé parte de la primera convocatoria para la selección nacional, pero no pude quedarme, a diferencia de mi hermana Carmen, que llegó a ser campeona y representó a México en China.

En la fase de preselección conocí a un joven al que me veo obligado a nombrar de otro modo, pues desempeña un oficio de alta confidencialidad. En plan homérico, lo llamaré Aquiles. Su interés por el tenis de mesa no era deportivo sino óptico: "El ping-pong es excelente para la vista", fue lo primero que me dijo.

Aquiles tenía un Manual de Entrenamiento Visual y movía los ojos como si viajara en la montaña rusa. No le gustaba la pintura ni la fotografía. Su conducta era determinada por una idealización parcial del cuerpo humano; así como hay modelos que sólo anuncian pies, él aspiraba a una visión perfecta.

La pelota de ping-pong interesó sus ojos, pero no consiguió golpearla con suficiente efecto. Quedó fuera de la convocatoria del CDOM y le perdí la pista.

A veces me preguntaba qué habría sido de ese extraño atleta para quien el horizonte era un gimnasio. Aunque imité sus ejercicios y logré escuchar el crujido ocular del que mantiene su mirada en forma, Aquiles quedó en mi memoria con la agradable extrañeza que concedemos a un chiflado.

Hace unos quince años nos encontramos en un banco. "¿Sigues jugando?", preguntó. También yo había colgado la raqueta. Eso nos hermanaba. Traté de imaginarle profesiones asociadas con la vista: ¿neurofisiólogo, sastre de pulgas, piloto de pruebas? "Trabajo aquí", fue su decepcionante respuesta. El joven que se ejercitaba mirando el cielo en forma incómoda era banquero, o algo parecido.

Hay extravagancias que la época vuelve lógicas. Aquiles se ha convertido en una persona de su tiempo. Me lo volví a encontrar hace unos días, esta vez en Barcelona. Usa unos lentes de un espesor que en otro rostro serían alarmantes y que le otorgan al suyo la sufrida dignidad del mártir. El atleta de los ojos tiene vista cansada.

Conversamos durante unas cervezas y le pregunté si seguía trabajando en el banco. Entonces vino la revelación: "Soy el zar de la letra pequeña". Se ha convertido en diseñador de contratos financieros. Los redacta y escoge el tamaño de la letra. Con tan buen resultado que es asesor de entidades españolas.

Me dijo que el 5 de junio de 2012 el Banco de España había promulgado una orden histórica: ahora los contratos deben tener letras de al menos dos milímetros. La crisis llevó a esa aceptación tácita de que antes se engañaba a los ahorradores con algo que no alcanzaban a ver. "Aconsejé los dos milímetros", informó con orgullo. La banca española estará sujeta a la ley de imprenta.

Actualmente Aquiles ejerce su oficio con lentes y esa sustitución de las facultades que llamamos "experiencia". No le importa haberse gastado los ojos con contratos leoninos. "Asesoro a España y en México la letra pequeña tiene mucho futuro". Nuestra ley tampoco llega a la tipografía.

Recordé que en España se le dice "talón" a un cheque y me pregunté si el Aquiles de la mirada tendría algún talón vulnerable. No parecía así. Sus ejercicios (y sus prótesis ópticas) rendían frutos.

Para la mayoría, leer contratos es horrendo. En cierta forma, agradecemos no descifrar la letra que invariablemente nos perjudica. Buena parte de nuestra conducta depende de esa ignorancia. El mundo se parece a los contratos en los que sólo vemos lo que nos interesa, ignorando la ilegible letra de los riesgos. Las cosas importantes se deben a que ignoramos esos riesgos.

¿Cómo sería la vida de Aquiles en otros momentos? Seguramente, los subtítulos del cine le parecerían rótulos insufribles y las migajas en la mesa, perdigones de harina. Experto en lo minúsculo, padecía en un mundo agigantado. Le pregunté si era feliz. "Cuando leo. En eso nos parecemos, aunque a mí me pagan mejor", respondió.

En eso último tenía razón; en lo otro, no. Mi antiguo rival de ping-pong estaba condenado a leer en forma literal; no podía divagar ni malinterpretar. Esclavo de la letra, Aquiles debía seguirla a pie juntillas.

Agradecí los muchos párrafos que no he entendido, los libros en los que me salté partes, las ocasiones en las que me distraje para continuar la historia por mi cuenta o suponer que todo sucedía al revés. El que lee una novela no depende de las letras sino de lo que cree que dicen. El placer de interpretar proviene de ese desacuerdo esencial.

En los avaros tiempos que corren, un experto en letra pequeña vale más que un crítico literario. Me despedí de Aquiles sin mostrarle mi desacuerdo. Insistí en pagar la cuenta. Sonrió, satisfecho de ese nuevo triunfo económico.

Hay gente que vive para beneficiarse de la letra pequeña. Pero lo más significativo no se ve. Conocemos la historia del memorable Aquiles por lo que contó Homero, que estaba ciego.

jueves, 24 de julio de 2014

Oración para conseguir el buen humor

  Armando Fuentes Aguirre

"Concédeme, Señor, una buena digestión y, si puedes, algo también qué digerir.

"Concédeme la salud del cuerpo, y el buen sentido que se necesita para conservarla. Concédeme también un espíritu sano que sepa escoger lo que es bueno, pero que no se asuste a la vista del pecado, para que pueda poner de nuevo todo en orden.

"Concédeme una mente que nunca sepa lo que es el aburrimiento, y no permitas jamás que me preocupe demasiado de esa criaturilla tan presuntuosa que se llama 'yo'.

"Concédeme finalmente, Señor, el divino sentido del humor. Dame la gracia de saber reír una broma, a fin de poder disfrutar algo de la vida y ayudar a que también la disfruten los demás. Amén...".

He recordado nuevamente esta plegaria que escribió Santo Tomás Moro el año de 1525. Se llama "Oración para conseguir el buen humor". Pienso que vale la pena recordarla siempre.

miércoles, 23 de julio de 2014

Ex libris: El Método. Los once pasos de la magia


José Luis Parise

Paso I: LA IDEA
DESDE DÓNDE Nos dirigimos a nuestro Resultado

COSA + IMAGEN + DEFINICIÓN

Definir lo que queremos y poner eso en palabras. Nombrar el resultado. La Cosa no se pone en acción si no se la nombra. Ordenarlo.
“La idea de la cosa es una sombra, cuya luz está en la palabra"
Paso II: LA PALABRA
A DÓNDE Nos Dirigimos
Gracias a aprender a escuchar lo que se oculta en la palabra, sabremos a dónde nos encontramos y si vamos en la dirección correcta. Los pensamientos son proyección de la palabra. Desconocemos los pensamientos que nos habitan hasta que los nombramos. Descubrir que la palabra va en una dirección diferente a la de la idea, es descubrir que nuestras fuerzas se han dividido dramáticamente: con una parte nuestra tratamos de crear algo, y nuestra mente está tratando de crear otra cosa. El Cómo (forma) se somete al Qué (Orden)
“Sin la palabra hay división y caos, no creación y orden”
“Voy a buscar trabajo”
“Quiero encontrar un buen marido”
“Quiero que mi padre deje de gritarme”
“Quiero Adelgazar”
“Quiero curarme”
Frases que nos dan una Idea que parece tan clara como indudable acerca de la cosa que queremos y su correspondiente Imagen en cada caso.
Si eso es así… ¿Por qué entonces, es tan difícil lograr que el Universo se ponga en marcha para lograr trabajo, marido, armonía familiar, bienestar físico o simplemente perder unos kilos de más?
Pensar que el Universo ignore nuestras expectativas, contradice tanto a todas las Enseñanzas Iniciáticas de la historia de la humanidad, como a las más avanzadas del mundo contemporáneo, tales como La Física Cuántica, que incluye conceptos como el “efecto observador”, que afirma que la realidad se altera según las expectativas Desde Donde la abordamos.
Entonces, para que no creamos que el desvío por el cual obtenemos algo diferente a lo que queremos, está en la “forma” -en “Cómo” damos la Instrucción con la que tratamos de Ordenar al Universo-… habrá que hacer con esa “Orden” Eso que en todas las Enseñanzas del Origen de la Humanidad se instaura como Umbral del Conocimiento Oculto: Escuchar.
Escuchar en “Qué” consiste en realidad lo que decimos, sin dejarnos atrapar por la Idea de lo que “queremos decir”.
“Voy a buscar trabajo”
¿Qué Instrucción le estoy dando al Universo?: la de “Ordenar” todos mis días para que no Encuentre trabajo, sino para que, simplemente, me los pase buscándolo. Horas y horas yendo entonces a los lugares en los que ya han ocupado el puesto que me interesa, en los que mi currículum no se adapta a lo que buscan, en los que ya fue encontrada la persona para la vacante que estaba disponible; y tantas tortuosas Formas como sean necesarias para cumplir mi Orden, que el Universo entretejerá sin problemas… todo de acuerdo a Qué Cosa he, en realidad, Ordenado.
“Quiero encontrar un buen marido”
La única Forma en que puede cumplirse mi Orden… es trayéndome hombres que ya estén casados, es decir: que sean “maridos”; y para peor –según las instrucciones que Ordeno- que sean “buenos maridos”, que por lo tanto jamás atenderían a otra mujer que no sea su esposa.
“Quiero que mi padre deje de gritarme”
Ordena al Universo para que mi padre todos los días y todo lo que pueda de cada día, me grite… única Forma en que podrá “dejar de gritarme”, en tanto no Ordeno que “no me grite”, sino que “deje de hacerlo”
“Quiero Adelgazar”
Instrucción que Ordena a mi cuerpo y a todo mi Universo a engordar continuamente… requisito lógico, inevitable y obligatorio para “adelgazar”, que nada tiene que ver con “quiero estar flaco”. Así como “Quiero curarme” -que nada tiene que ver con Querer “estar sano”- garantiza organizar un Universo donde vivir enfermándose… único modo de “curarse”.
Paso III: LA FORMA
POR DÓNDE Nos Dirigimos
No se empieza por la Forma: comenzar por preguntar ¿Cómo lo hago? Es caer en la trampa.
Gracias a la Escucha más allá de la Idea ya tengo claro A Dónde voy. Sabré de entrada que no sabré Cómo hacerlo pero lo importante es dirigirse igualmente ya que el Universo me mostrará la vía más compatible para llegar a lo que quiero. Yo le digo al Universo A Dónde voy, y el Universo me dirá Por Dónde llegar a Eso.
Universo Invocado, es Universo Casualizado
Suerte:
  • Existe
  • Se pone del lado de quien aprende a “sortear” los obstáculos hacia lo que quiere
  • Tiene una Lógica, que encuentra implacablemente la Forma de realizar lo que queremos
Paso IV: LA COSA
PRIMERAS SEÑALES en el Mundo Físico
Si no nos detenemos, la Cosa comenzará a hacerse visible. Hay que estar atentos al mundo y a cada cuestión que el mundo nos pone delante: cualquiera de ellas puede ser la que señale el Camino hacia lo que queremos encontrar.
“La misma Invocación que Casualiza el avance, Casualiza la detención”
La Cosa Casualizada es una Señal Simétrica, que al mismo tiempo en que lo externo señala A Dónde estamos yendo en relación a lo que nos interesa alcanzar, en lo interno señala hacia lo más Oculto de Sí Mismo.
ARRANQUE BIFÁSICO… Y LA ESFINGE
El Mago que intenta ingresar a su gran obra, pronto deberá variar ese lugar desde dónde intentó ingresar: así precisa un arranque bifásico. Cuando algo se Inicia desde el Mejor Arranque Posible se presentarán en forma recurrente y sistemática tres factores:
  • Una Casualidad, más tarde o más temprano se detona, y se transforma en decisiva para alcanzar la Cosa que nos lleve al Resultado buscado (Factor Suerte)
  • Esa Casualidad, varía dramáticamente las concepciones desde las cuales se estaba encarando lo que hacemos (Factor Arranque Bifásico)
  • En los Momentos Clave –cuando surge la Casualidad- conjuntamente a los Avances surgirán obstáculos que intentarán equilibrar de inmediato el envión logrado (Factor Obstáculo)
El Arranque Bifásico no es evitable, ahí el Recorrido hacia el Resultado adquirirá nuevos impulsos.
Como a toda acción se le opone una reacción, hay algo que intentará anularlo para restablecer el equilibrio: “La esfinge”. Por eso, lo decisivo para que no nos frenemos ante “eso” es conocer Su Lógica. No es la Cosa la que frena, sino que es la persona que se frena ante esa Cosa.
Las armas con las cuales la esfinge tratará de frenarnos:
  • Combate hacia afuera
  • Espera                                tres trampas para una misma trampa
  • Justificación
Paso V: EL COMBATE
“Dirigirse innegociablemente hacia a donde hemos situado Dirigirnos”
Tres posibilidades:
  • · La Cosa ha dado sus primeras Señales, y son armónicas con lo que quiero y Ordené
  • · La Cosa ha dado sus primeras Señales, y no son armónicas con lo que quiero pues mi Orden estuvo desviada
  • · No hay Señales de la Cosa
El Guerrero debe manifestarse en toda su potencia, tendremos que llevar a cabo todos los Combates internos en cualquiera de las tres posibilidades para seguir dirigiéndonos a lo que dijimos querer alcanzar.
Paso VI: LA ENERGÍA
El hombre y todo lo que el hombre quiera mover, estará supeditado a encontrar las Fuerzas más sutiles Desde Dónde moverlo.
Lo Sutil dirige a lo Denso… lo Sutil está dirigido por los Dioses
Lo psíquico dirige a lo energético y lo energético determina a lo físico
La Energía es más Sutil que lo Físico, pero lo Psíquico es más Sutil que lo Energético: y lo más Sutil de lo más Sutil es la Palabra.
Un Estado de Alerta expande nuestra consciencia, haciéndonos atender a cuestiones de la vida cotidiana que antes nos pasaban de largo: el Universo comienza a Desocultarse para nosotros.
Desde lo interno, lo Psíquico y lo Sutil, podremos convocar todo lo que precisemos de lo externo ya que al haberlo ordenado desde lo más sutil (la Palabra), nuestra energía se encargará de encontrar lo compatible en lo físico en el modo más inesperado…
Paso VII: LA CASUALIDAD
La Magia producida nos traerá por vía de la Casualidad “Algo” –ya no sólo señales- que nos acerque mucho más poderosamente hacia el Resultado que queremos. Si no es suficiente aún, el Universo también le enviará –a través de la Casualidad- el Sistema que se haga necesario para Eso (puede aparecer acá o en el Paso IX)
“Cuanto el Mago más Recorre y más elevado es lo que se propone alcanzar,
más del Universo se le desoculta y más sistemas están a su disposición”
Paso VIII: LA NEGOCIACIÓN
Si ya no nos detenemos en lo interno, ahora tendremos que afrontar lo externo, y para Eso será necesario Negociar…
Premisas Éticas que jamás deben ignorarse:
  • · Jamás se trata de apuntar a cambiar al Otro
  • · Pase lo que pase, se “gane” o se “pierda” la Negociación, seguir dirigiéndose al Resultado que se quiere… Eso es Innegociable
  • · Nunca, jamás, mi Resultado depende del que tengo enfrente en la Negociación
  • · Mentir es mal método
El Mercader entra en escena como continuación del Guerrero. Nos exigimos trabajar en el campo externo de la Negociación con las mismas bases de la Invocación con la que trabajamos dentro: para invocar es imprescindible La Escucha.
No negocio mi Idea y adapto la Imagen de la Cosa que ofrezco a la Cosa que el otro quiere de acuerdo a la Idea oculta que lo dirige.
“Tu Adonde es mi Por Donde”
Paso IX: CONCLUÍR
El Universo nos tomará un EXAMEN FINAL:
Todas las Esfinges saldrán a nuestro paso nuevamente. Ahora la gran diferencia está en que el Desafío es lograr no atenderlas ya que sabemos que son solo una proyección de nuestros miedos que ya hemos atravesado. Simplemente seguimos caminando y entonces las hemos vencido.
Paso X: LA MAGIA
Cuando El Viaje por fin llegó a Destino, el Paso X recién se inicia. Jamás debe suponerse la llegada a Destino como el capítulo final que concluye la Obra, sino como el primer capítulo de la Obra Siguiente.
Quien Llega encarnará a La Esfinge, la Magia del Viaje nos ha transformado en Maestros!
La transformación de la esfinge:
  1. Rival
  2. Aliado encubierto
  3. Maestro
Ahora es función de Quien llegó al Nuevo Lugar, custodiar la Puerta y filtrar qué ingresa y qué no. Tres preguntas nos permitirán Custodiarla:
  • ¿Desde Dónde entramos?
  • ¿Qué vimos en el Viaje que deberíamos haber filtrado y no lo hemos hecho aún?
  • ¿Qué, desde la tierra anterior y durante todo el Viaje nos parecía normal, positivo y defendible en nosotros mismos… pero ahora, gracias a La Esfinge-Rival-Aliado-Maestro que cuando encarna “eso” logra complicarnos todo, Desocultamos debemos filtrar para incrementar la Fuerza de Nuestra Magia?
Y ahora si damos lugar a un Paso fundamental…
Festejar el Logro!!!
Festejar es Valorizar
Festejar para Recuperar fuerzas
Y para Invocar Nuevas Fuerzas con las que emprender lo que “Por Sí Mismo”, El Mago aprehendió es lo más Magnífico que puede hacer en y con Su Vida:
SU PRÓXIMO VIAJE INICIÁTICO!!!

martes, 22 de julio de 2014

El cumpleaños de mi esposa


Armando Fuentes Aguirre


Hoy es el cumpleaños de María de la Luz, mi esposa. Mi novia.

No diré, claro, cuántos años cumple. Sí diré que cuando nos casamos yo era 7 años mayor que ella, y entiendo que ahora le llevo 22.

Quien nos vea pensará que le llevo 35. Y es que se ha conservado hermosamente joven. La miro y es la misma muchacha de quien me enamoré hace más de medio siglo. Mis nietas pequeñitas creen que soy el abuelito de mi mujer, igual que soy el abuelito de ellas.

De novios yo solía hacerle un regalo cada mes. Lo acostumbrado: flores, chocolates, un muñeco de felpa, algún perfume... Como desde el principio le había dicho que nos casaríamos, ella me pidió que en vez de eso le regalara cosas para nuestra casa: vasos, tazas, algún mantel, utensilios de cocina... Seguramente a las feministas de hoy eso no les gustará, pero cuando en aquel tiempo mi padre lo supo me dijo: "Con esa muchacha vas a ser feliz".
Lo he sido siempre. Ella es mi divina providencia. Conmigo ejercita cada día las obras de misericordia: sacia mi hambre y mi sed; consuela mis tristezas; me da consejo cuando lo he menester... Para todos mis yerros ha tenido la sabiduría del perdón.

Me enamoré de ella a primera vista. De ella seguiré enamorado hasta la última mirada. Le deseo un feliz cumpleaños a mi novia, a mi esposa María de la Luz.

¡Hasta mañana!...

viernes, 18 de julio de 2014

Perro contra la muerte, bajo al luna



Ángeles Mastretta

Estaba yo perdida en el abismo de una certidumbre, cuando el perro vino a exigirme que le abriera la puerta. Quería salir a la terraza en pos de algo que se le escapó de aquí dentro. En cuanto abrí, saltó. Lo vi correr tras una lagartija y atraparla, morderla, aventarla al cielo, verla caer. Todo en segundos. No alcancé a defenderla. Y era tan chiquitita como un prendedor. La naturaleza había crecido esa perfección para que el perro la destripara porque sí, para jugar. Luego entró muy en paz, con el deber cumplido, a pedirme un cariño.

“Aunque la tarde esté así de brillante”, le dije, “yo no alcanzo a ver claro. Tal vez nadie”. 

Por toda respuesta este perro, al que en secreto llamo Futuro, porque es gris y melancólico, se tiró panza arriba pidiendo más rascar. Él es de otro mundo, tal vez por eso se empeñe en recordarme de qué modo le resulta inevitable que yo termine el día trapeando, lo que provoca su criterio, cuando vienen visitas. 

Quién sabe a qué dictado obedece su instinto, pero le gustan dos esquinas en los cuartos con piso de madera, a las que acude apenas me distraigo. Y ya lo he regañado tantas veces, pero de manera tan ineficaz, que no ha aprendido a evitarlo, aunque sí a correr apenas me ve hincada con un trapo y una bandeja de agua, echando maldiciones contra mi mal corregir y su buen hacer. Ya no le digo nada, si acaso le pido que no tiemble como si alguna vez hubiera yo tomado una medida más radical que la de recetarle un discurso apelando a su entendimiento. No han conseguido nada mis reclamos. Dicen, quienes me ven decirlos, que no entiende ni la más mínima palabra. De todos modos, yo hablo con él de este y otros dilucidares, con una soltura que sólo sus orejas provocan. Nadie consiente más a mi albedrío verbal que su silencio intacto. Me deja en libertad para contarle una ridiculez, cantar estrofas que no me sé y preguntarle si él también piensa que los libros de memorias son un género menor. 

Es un perro tranquilo, de ahí que escuche con tantísima paciencia mis deliberaciones. Si acaso baja la mirada como si las cosas tristes lo pusieran a cavilar. O mueve la cola si en la voz nota un puño de conjuros. 

Como podrán ustedes leer en este número, en el mundo que nos rodea hay quien sabe tanto y con tal rigor de los asuntos que a todos nos lastiman que, para no interrumpir los datos duros, con interjecciones ociosas, guardo mi espanto para contárselo a él. 

“¿Sabes?”, le dije, “esto de las muertes y los muertos se ve cada vez más horrible. De sólo oír se quiere uno poner a dar de gritos. Hasta volverse mudo, como tú. Yo, para efectos de entender, soy perro, con las orejas quietas y los ojos de pasmo. ¿No oímos siempre que el mal es imperfecto? ¿Cómo es que ahora alcanza tal precisión? Porque ya no es como antes. No es algo que podría uno imaginar. Estos muertos. Al principio aparecían de repente, como un trastorno, como algo que pasaba en la bruma de los diarios. Nadie quería hacer mucho caso, ni nombrar a la muerte demasiado. Parecía cosa de esperar un poco, de ir a otra parte a entender otro cuento y volver cuando el daño se hubiera ido al vacío.

”Al principio no tenían cara, eran sombras y herían a otras sombras. Al menos eso quisimos creer los que no queríamos atisbar el horror. Yo, sin duda. No les vimos las caras a esos muertos, ni creímos que el brillo de las tardes estaría amenazado por su ausencia. Se oía de ellos como de los huracanes: mal de un rato y del que estar a salvo. Eran muertos de otra novela. Claro, daba dolor saberlo, pero aún se podía huir del recuento. Y podíamos creer en que todo era un pleito de malos contra malos, de sordos contra mudos.

”Hace tres o dos años conseguíamos espantar el espanto. Ahora ya parece imposible. Se ha vuelto sólo el mal haciendo mal. Nos duró poco la ignorancia. Porque las fosas, el fuego, los colgados, los sin cabeza: esto que nos aflige, dejó de ser murmullo. Hace rato que no se puede mirar para otra parte. Ni siendo perro se puede. Aunque, a veces, cuando Rosario toca el piano, todo parezca bueno entre nosotros. Y tú quieras comer en paz hasta la última croqueta y luego irte a tirar bajo la luna acariciando el semicírculo en que duermes. Igual que yo, ¿verdad?”. 

jueves, 17 de julio de 2014

Cuento: Los cinco cazadores

Cinco cazadores hambrientos partieron a cazar un ganso. Uno era ciego, el otro cojo, el tercero sordo, el cuarto estaba desnudo y el quinto tenía una carabina sin cañones ni gatillo. Entre arbustos que no habían crecido, buscaban un ave que aún no había nacido…
Marcharon y marcharon, por montes, valles y desiertos, atravesando cimas y abismos. Cuando miraron hacia atrás para ver el camino recorrido, se dieron cuenta de que sólo habían avanzado diez centímetros… El sordo dijo: «¡Atención, oigo el aletear de un pájaro!». El ciego se puso una mano en visera y dijo: «¡Veo venir un ganso!». El que tenía una carabina sin cañones ni gatillo disparó y mató al pájaro. El cojo lo fue a buscar. El desnudo guardó el cadáver en uno de sus bolsillos. Al borde de un lago sin agua ni orillas, comenzaron a fabricar una fogata con ramas de los arbustos que no habían aún brotado.
Pusieron al ave en una olla sin fondo y comenzaron a cocerla en un agua que no era húmeda sobre un fuego que no alumbraba. Pero el ganso estiró el cuello y no se dejó cocer: Miraba al cielo nada más y dejaba pasar los días. Cuando se lo quisieron comer vieron que tenía la carne más dura que sus huesos. A pesar de todo, lo devoraron, pero eso no les llenó el vientre. Los cinco cazadores no sonrieron ni tuvieron placer.
Alejandro Jodorowsky: En Turquía, los viejos maestros, bajo el pretexto de hacerlos reír, les cuentan a los niños esta historia. Sin embargo, no lo hacen sólo para entretenerlos superficialmente sino también para adiestrar sus mentes infantiles a enfrentarse con una realidad, permanente impermanencia, que no es por entero racional. Las ideas estereotipadas son barreras que impiden alcanzar la verdad.

miércoles, 16 de julio de 2014

La invención de la página


 Juan Villoro

La cultura digital es un océano cuyos límites desconocemos. Con frecuencia se dice que estamos ante una transformación equivalente a la que Gutenberg trajo en el siglo XV con la imprenta de tipos móviles. Tal vez se trate de una renovación más profunda, comparable a la invención de la página, estudiada por Iván Illich en su libro En el viñedo del texto.

La historia de Illich (1926-2002) parece, en sí misma, un manuscrito misteriosamente descifrado. Sacerdote austriaco, estudió filosofía en alemán e italiano, y aprendió croata, hindi, latín, griego clásico, inglés, español y portugués. El campo de sus intereses compite con el de una biblioteca borgiana. Teólogo, historiador, pedagogo, economista, filólogo, medievalista, ecologista, educador sexual, utilizó sus saberes para desenmascarar los lugares comunes de la modernidad. En Cuernavaca fundó el CIF (Centro Intercultural de Formación), destinado al estudio y la transformación de América Latina. En 1980 fue llamado a Roma para responder 80 preguntas sobre sus heterodoxas actividades. Rompió con el Vaticano sin recusar su fe. Congruente con su crítica de la medicina industrial, que convierte la enfermedad en un padecimiento lucrativo, padeció el cáncer sin analgésicos, consolándose, como un sabio chino, con la meditación y el opio.

Al revisar su vasta producción, señaló que su mejor libro era En el viñedo del texto. A partir del análisis del Didascalicon, escrito por el benedictino Hugo de San Víctor en el siglo XII, indagó el momento decisivo en que los textos dejaron de ser rollos leídos en voz alta para convertirse en páginas que reclamaban lectura silenciosa. Esto significó el paso de la lectura monástica a la escolástica, del entendimiento colectivo al individual.

La imprenta jubilaría a los copistas y multiplicaría la circulación de textos. La modificación que estudia Illich es más honda, pues atañe a la manera de leer. Hubo un momento en que el conocimiento se organizó en un pergamino al modo de un cultivo (página quiere decir "viñedo"), con párrafos, títulos e índice: "Las líneas de la página eran los hilos del enrejado que sostiene las viñas [...] El latín legere se deriva de una actividad física. Legere connota 'escoger', 'reunir', 'cosechar' o 'recoger'". En alemán esta asociación es aún más clara: Buchstab (letra) quiere decir "rama de haya" y lesen (leer) significa "recoger": el lector cosecha.

En la Antigüedad, leer se consideraba extenuante: "Los médicos helenísticos prescriben la lectura como alternativa a jugar a la pelota o pasear. La lectura presuponía que los frágiles o débiles no podían leer con su propia lengua". Con la invención de la página, la tarea demanda menos energía física; no se recita ante la comunidad: se dialoga en silencio con una mente lejana. Lo que se cosecha depende de lo que sembró el autor, pero también lo que cultiva el lector. Esta dimensión personal y activa de la lectura es el embrión del Renacimiento; el libro deja de ser "símbolo de una realidad cósmica" y se vuelve "símbolo del pensamiento".

Hugo de San Víctor escribió su Didascalicon o "libro de instrucciones" para reflexionar sobre los estímulos traídos por la paginación y el arte de discernir el texto. Leer por cuenta propia y sin testigos llevaría a cambios tan radicales como el de restarle peso ritual al conocimiento y entenderlo como algo tan cotidiano que permitiría, incluso, escribir en una lengua que no fuera el latín: "Un siglo más tarde, san Francisco escribe el primer poema en lengua italiana [...] El hijo de un mercader de Umbría, en los albores del siglo XIII, fue capaz de escribir su alabanza del sol y la luna como canción de amor vernácula".

En el siglo XII, en el claustro de San Víctor, un religioso pasó la página de la cultura, modificando la forma de leer. La galaxia digital nos enfrenta a un cambio semejante. Los textos circulan con ubicua celeridad en toda clase de aparatos. Lo más singular es que traen otro tipo de lectura. Los niños responden mensajes de texto mientras navegan en Internet y hacen la tarea con pluma fuente.

La lectura en red recupera usos colectivos no ajenos a la oralidad. Illich recuerda que la palabra rapsoda significa "zurcidor". Se trata de alguien que enhebra historias, pero, sobre todo, de alguien que zurce a los hombres, integrándolos a un tejido que los trasciende. Las redes sociales son una versión prosaica de ese impulso homérico.

Una de las paradojas de la tecnología es que sus novedades pueden ser la actualización de un atavismo. Twitter recicla el recurso de las máximas y los aforismos, y el chat renueva las polifónicas voces de la tribu.

En el siglo XII, la página aludía a un viñedo del mismo modo en que la pantalla cibernética alude hoy a la página.


Ignoramos lo que cosecharán los lectores por venir. Sólo sabemos que la cosecha continúa.

lunes, 14 de julio de 2014

Un domingo de poesía

Sandra Lorenzano


Desde siempre he sentido que los domingos en la tarde sólo hay lugar para la poesía. Una vez que hemos renunciado a meternos en algún centro comercial para ver cualquier película de las que las grandes cadenas de exhibición deciden que tenemos que ver, o cuando hemos terminado de secar el último plato de la extenuante comida familiar (¿quién las habrá inventado? Me entusiasman y me agotan por igual)...


... cuando ya no se percibe ni el zumbido del partido de futbol que ha escuchado con devoción el portero del edificio, y el perro que tienen amarrado todo el fin de semana en la terraza que se ve desde mi ventana ha dejado de ladrar (y mi Lola ha dejado de responderle), sólo queda lugar para la poesía. No es cosa de ponerse melancólica - aunque algo de eso siempre hay - sino de sentarse cómodamente (de “repatingarse” en nuestro sillón favorito, como decía Italo Calvino en Si una noche de invierno un viajero; por lo menos en la traducción que leímos hace ya demasiado tiempo) con el mejor Es cosa de sentarse cómodamente con el mejor libro de poesía que se nos atraviese en el camino, y dejarnos llevar por las palabras (iba a escribir “por la música de las palabras”, pero me pareció terriblemente cursi).

En fin, que desde hace unos meses ando devota de José Ángel Valente, así que será entre sus páginas que pasaré mi tarde de domingo de esta semana que para parte de la humanidad fue “santa”, para otra parte fue el pretexto para unas siempre breves vacaciones, y para nosotros, los hijos de mi madre, fue semana de cumpleaños y duelos.


A pesar de las tristezas, fue también semana de libros y de sol, y las dos cosas son siempre agradecibles. Y de amorosa compañía, y eso es mucho más agradecible aún.

Me tiro en el sillón rojo que Ulises, el gato de Mariana, ha decidido que es el mejor sitio para afilar sus ya de por sí afiladas garritas, y abro al azar el libro editado por Galaxia Gutenberg:

El amanecer es tu cuerpo y todo

Tus lentas oleadas fuerzan
la delgada membrana
del despertar.
Anuncias qué: no el día,
sino la quieta
duración del latido
en la sombra matriz.
Te anuncias,
proseguida y continua como
la duración.
Durar, como la noche dura,
como la noche es sólo sumergido cuerpo
de tu visible luz.


lo demás todavía pertenece a la sombra.

viernes, 11 de julio de 2014

Retratos de Carlos Fuentes


José Gordon


Cuando nos toman una fotografía hay una presencia invisible que también aparece en el cuadro: es el ojo del que retrata, del que encuadra, busca el ángulo, enfoca y revela lo que está detrás de una persona. Hay que recordar que la etimología de la palabra persona es máscara. Se trata de ver el alma que moldea un rostro. Si el retrato es afortunado, nos quedaremos con las palabras del poeta Antonio Machado: "El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas. Es ojo porque te ve".
Eso es justamente lo que ocurre con el libro de Carlos Fuentes titulado Personas, (Alfaguara, 2012) de reciente publicación. En el centro de estos retratos verbales se encuentra la mirada de personas, de creadores y pensadores que marcaron la vida de Fuentes. El escritor mexicano enciende las neuronas de la empatía para tratar de entender con todo y claroscuros cómo se ve el mundo desde los ojos de seres queridos como Alfonso Reyes, Luis Buñuel, William Styron, Pablo Neruda, Ignacio Chávez, Susan Sontag o María Zambrano. Los retratos son íntimos y penetrantes. En varios casos el dibujo que sorprende es factible gracias a la cercanía de la amistad. Entre estos trazos destaca su entendimiento de Julio Cortázar. El relato comienza de manera magistral: "Como sucede, lo conocí antes de conocerlo". Cinco años después de encontrarse con él mediante la lectura, lo visita en París. Le impresiona "un rostro animado por una carcajada honda, una mirada verde, inocente, de ojos infinitamente largos y separados y dos cejas sagaces, tejidas entre sí". Esa es la máscara. Lo interesante es lo que intuye que moldea a la persona: las cejas "están dispuestas a lanzarle una maldición cervantina a todo el que se atreviese a violar la pureza de su mirada".
Fuentes dice que Cortázar tenía los ojos tan largos porque podían mirar la realidad paralela, a la vuelta de la esquina. Ahí se encontraba un vasto universo latente, inminente, con la promesa de la contigüidad de los seres: la mirada de Cortázar quería ver el lado invisible de las cosas. Fuentes recuerda sus caminatas con Cortázar por el Barrio Latino en París, para tratar de encontrar una película que no habían visto. Podía ser también una película antigua que Cortázar ya había visto varias veces pero que volvía a ver como si fuera la primera vez. La clave de esos ojos, dice Fuentes, es que adoraba todo lo que le enseñara a ver, todo "lo que le auxiliara a llenar los pozos claros de esa mirada de gato sagrado, desesperado por ver, simplemente porque su mirada era muy grande".
Si Fuentes puede apreciar este rasgo es porque la constelación de sus amigos gira alrededor de la búsqueda de conocimiento: desde sus maestros universitarios, a los que rinde homenaje, hasta el dramaturgo Arthur Miller o el economista Kenneth Galbraith, la constante son miradas atentas que nos llevan más allá de los límites estrechos que traban la convivencia individual y colectiva.
Al igual que con Cortázar, Fuentes se asombra ante la capacidad de admiración de Susan Sontag, ante su deseo de investigar lo desconocido de manera implacable. Escribe Fuentes: "Parecía una heroína bíblica. Muy alta. Muy morena. Larga cabellera negra. Sonrisa como un regalo -que no una concesión- de su fundamental seriedad. Ojos negros y perpetuamente interrogantes. Y el cerebro más rápido e intransigente que me ha cabido, en vida, conocer".
Fuentes también dibuja las miradas que conoció a través de los libros. Al retratar se retrata. Le impresiona particularmente Simone Weil en su ensayo La Ilíada. Poema del poder. Dice Fuentes: "Me aprendí de memoria las lecciones que Simone deriva de Homero: Nada está a salvo del destino. Nunca admires al poder, ni odies al enemigo, ni desprecies al que sufre". Una lección que debería ensanchar, aunque fuera un poquito, la percepción de lo que vivimos en estos días.